lunes, 2 de junio de 2008

industrializacion


LA INDUSTRIALIZACION Y EL MEDIO AMBIENTE...
QUE HA PASADO ?

Es frecuente la expresión «civilización industrial» para referirse al mundo contemporáneo. Sin embargo, este es un término un tanto vago y que pareciera querer calificar un sistema mundial progresivamente más complejo y en el cual tiene una función principal la industrialización.

La expansión industrial ha alterado profundamente los sistemas sociales, creando nuevos bienes, diversificando los patrones de consumo, introduciendo nuevas necesidades, alterando las estructuras económicas, sociales y políticas y, fundamentalmente, acelerando el proceso de expansión económica a nivel mundial.

El impacto directo de la industria sobre la naturaleza se produce básicamente por la ocupación del espacio, la utilización de los recursos naturales y la generación de residuos: desechos y contaminantes. De estos impactos, la contaminación es el aspecto que ha sido examinado más detalladamente, y no es raro encontrar opiniones en el sentido de que sería la única forma de impacto de la industria sobre el medio. Más aún, ciertos programas de industria y medio ambiente se limitan exclusivamente a dicha manifestación.

Este enfoque prevalece en los países industrializados, cuyos habitantes sufren los efectos de la contaminación directamente, efecto en muchos casos inmediato. El hombre común lo percibe en sus lugares de trabajo o en sus zonas de residencia.

Sin embargo, hay otro vínculo estrecho entre la naturaleza y la actividad fabril, y es el que está constituido por la utilización de los recursos naturales.

El impacto sobre el medio que provoca la extracción de los recursos naturales generalmente no es perceptible por el hombre común y, a veces, no lo es ni siquiera para aquel que lleva a cabo la explotación de la naturaleza. Sin embargo, es obvio que tal extracción altera al ecosistema natural, produciendo cambios en su estructura y modificando su dinámica.

Por otro lado, los recursos naturales no son inagotables. Al menos no lo son en la dimensión temporal humana. Así pues, su utilización no puede llevar a cabo ad infinitum. El agotamiento de un recurso natural tiene un impacto negativo sobre el medio ambiente, pudiendo causar su colapso definitivo, que arrastraría con él al sistema social que depende de él para su subsistencia. Pero además tiene efectos graves sobre el proceso de desarrollo, al comprometerlo en el largo plazo.

Una de las características de la industria moderna ha sido su persistente tendencia al aumento de la escala de producción, con lo cual los impactos ambientales que produce tienden también a ser mayores.

Es difícil encontrar una concentración de recursos naturales tal que permita el desarrollo de la industria en la escala de la era moderna. Aun cuando los recursos provienen de diversas partes del globo, se procesan en su gran mayoría en los establecimientos fabriles ubicados en el centro del sistema mundial. De ahí la identificación de países desarrollados con países industrializados. Son también estos países los que consumen la mayor parte de los productos de la actividad industrial. Por lo tanto, el impacto de la utilización de los recursos naturales debido al desarrollo industrial se da fundamentalmente en los países en desarrollo, que conforman la periferia del sistema mundial. En consecuencia, serán estos países los primeros afectados por el agotamiento o el uso irracional de los recursos naturales. La industria --dentro de ciertos rangos y dependiendo del tipo de recurso requerido-- podrá encontrar siempre fuentes alternativas, tal vez de menor calidad o ubicadas más desfavorablemente; pero estos factores en el corto y mediano plazo se traducirían sólo en incremento de costos, fácilmente trasladables a los precios. En cambio, el agotamiento del recurso produce un impacto irreversible sobre el ecosistema local y --dependiendo de su importancia relativa en el sistema económico-- puede comprometer el proceso de desarrollo futuro del sistema social. Como tal agotamiento no tiene expresión monetaria, se tiende a ignorarlo y no se refleja explícitamente en el mercado.

La Revolución industrial requería que la tierra se destinara fundamentalmente a la producción de las materias primas exigidas por el desarrollo fabril, en sus primeros periodos la industria textil. La alteración de los sistemas de producción agrícola necesaria para el proceso liberaba al mismo tiempo mano de obra a un ritmo que permitía mantener bajos los salarios. Dentro de este esquema, a la periferia le correspondía producir los alimentos que la economía central dejara de producir, pero que necesitaba en volúmenes crecientes y a bajo costo, dando el crecimiento urbano y el bajo nivel de ingreso la nueva masa obrera en aumento.

A medida que la economía central diversificaba su consumo, ampliaba su mercado consumidor y se hacía cada vez más compleja, la especialización de la periferia se iba redefiniendo. El primer paso en este proceso fue la incorporación de materias primas baratas a los alimentos que ya exportaba.

El desarrollo industrial es, pues, el que va sentando las bases y definiendo las características de la división internacional del trabajo. El actual centro hegemónico no necesita que la periferia lo abastezca de alimentos, con lo cual esta función de la periferia del sistema capitalista mundial pierde importancia relativa con respecto a las otras.

En vísperas de la segunda guerra mundial, los suministros alimenticios de Gran Bretaña estaban constituidos en 75% por importaciones, mientras que en Estados Unidos esa participación alcanzaba sólo 5%. Al mismo tiempo, los países periféricos --en especial los de América Latina y, dentro de ella, Argentina-- eran, junto con Estados Unidos y Canadá, los grandes productores de cereales del mundo, siendo las exportaciones netas de cereales latinoamericanos muy superiores a las de Norteamérica. A consecuencia de la conjunción de factores diversos, América Latina es hoy importador neto de alimentos, mientras que Estados Unidos y Canadá aportan las tres cuartas partes de la exportación mundial de trigo, cereales y forraje.

El hecho de que una industria deje de desempeñar el papel de liderazgo en el proceso lleva implícitos, entre otros, los siguientes fenómenos:

  • Su proceso de innovación tecnológica se hace más lento y es cualitativamente diferente.
  • Sus productos se popularizan.
  • Su tasa de ganancia tiende a reducirse.

Por oposición, la industria que tiende a asumir el papel dinámico se caracteriza por responder a un rápido proceso de innovación tecnológica y a una elevada tasa de beneficio.

La consolidación del capitalismo monopolico en el centro hegemónico acelera el crecimiento de salarios, llevando consecuentemente a una disminución rápida de la tasa de ganancia, contradicción que puede ser superada en la medida en que la periferia asuma funciones específicas.

Lo que importa destacar en este proceso es que las industrias que se transfieren producen bienes cuyos precios experimentan bajas. A través de tales bajas se masifica el consumo de esos productos, masificación requerida por la expansión del sistema. Así, dentro de este proceso, la periferia siempre tiende a especializarse en bienes cuyos precios tienden a descender.

Explicaremos por qué el proceso de industrialización de América Latina no le ha permitido superar su situación de subdesarrollo. La industria que incorpora la periferia es la que ha dejado de ser dinámica, y su ciclo de innovación tecnológica tiende a agotarse.

La industrialización periférica tiene un carácter diferente a la de la economía central. En esta última el proceso va creando al obrero, pero también al consumidor, y para crecer está obligada a ampliar su propio mercado. En último término, debe masificar y popularizar los bienes que produce. La industria periférica nace como respuesta a una estructura de consumo ya creada. El carácter limitado del mercado y la política proteccionista van perfilando una estructura monopólica, protegida de la competencia externa, y --en virtud de una sobreexplotación del trabajo.La industrialización de la periferia no logró crear internamente su centro dinámico propio. Internalizó ciertas variables dinámicas, pero éstas siguieron dependiendo de las leyes que rigen el proceso de acumulación del sistema capitalista a nivel mundial. Es decir, el crecimiento de la economía periférica sigue supeditado a la dinámica de la economía central, a sus contradicciones y crisis. La industria que desarrolla es la que ha perdido dinamismo en el proceso de industrialización del centro.

En lo anterior subyace en gran medida la razón de que el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones no logra transformar realmente la economía periférica, es incapaz de darle dinámica propia y no contribuye a su self reliance. Obsérvese un aspecto importante de tal proceso: por un lado, debe proporcionar a precios bajos los recursos requeridos por la economía central; por otro, recibe industrias que allí dejaron de ser dinámicas y cuyos productos se han «popularizado». Sus precios, por lo tanto, tienden a la baja. Así, la periferia se especializa en la producción de bienes que tienen una desfavorable tendencia de precios.

Mirando el problema desde otro punto de vista, se aprecia que una de las condiciones para que la industria se transfiera a la periferia es que ésta disponga de mano de obra barata que contribuya a contrarrestar la tendencía a la caída de la tasa de beneficio. A su vez, los bajos salarios es un factor que permite la exportación al centro de recursos de bajos precios.

La especialización de la periferia viene determinada, por un lado, por el proceso de industrialización del centro, y por otro, por la existencia de una baja tasa de salarios, y no sólo por su disponibilidad de recursos naturales. No se debe únicamente a condiciones naturales y diversidad de recursos que se traducen en ventajas comparativas, sino también a diferencias salariales.

La transferencia de industrias es una exigencia de la dinámica del sistema. Uno de los elementos elegidos en este intento de legitimización es la transferencia de industrias por razones ambientales.Dentro de la indiscutible validez y gravedad del problema ambiental, y de la necesidad apremiante de enfrentarlo, es preciso individualizar aquellos elementos utilizados como instrumentos de racionalización de procesos cuya causal dinámica es otra.

Son las mismas industrias las que tienen un alto impacto sobre el medio ambiente, ya sea por sus exigencias de recursos naturales y energía, por sus requerimientos de espacios o por sus efectos contaminantes.

Se habla así de las ventajas comparativas de ciertos países en virtud de sus mayores disponibilidades de espacio y mayor capacidad de carga ambiental, características que se dan en los países en vías de desarrollo que, en muchos casos, disponen además de recursos naturales y energéticos.

El medio ambiente está siendo considerado como un factor natural, que define una ventaja comparativa más en el análisis tradicional. Está siendo utilizado para «explicar» la relocalización industrial a nivel internacional y legitimar dicho proceso desde un particular punto de vista. El medio ambiente, así como todo factor natural, no define por sí solo ventaja alguna para un país si éste está supeditado a la dinámica del centro, que es el que se aprovechará en definitiva de la misma.

Autores como D’Arge señalan que uno de los recursos naturales clave es la capacidad de absorción del medio ambiente, es decir, la capacidad de la naturaleza para absorber y neutralizar flujos de desechos incluyendo entre estos últimos la contaminación. Si se acepta esta situación --argumenta D’Arge-- debería producirse un movimiento importante y un proceso de relocalización hacia países con normas ambientales menos restrictivas. Este planteamiento contiene dos falacias fundamentales. Primero, ¿cómo se determina y calcula la capacidad del medio ambiente para absorber desechos? Segundo, es claro que se está confundiendo una ventaja natural con una ventaja que se podría calificar de institucional: una norma ambiental menos rígida. Así, ante la imposibilidad de cuantificar una aparente ventaja, se le asimila a la norma, que es el resultado de una decisión del grupo social en función de la forma en que se percibe el problema y del proceso de negociación interno en el sistema socioeconómico y político. La norma, evidentemente, es resultado de un acuerdo entre los que contaminan, los que consumen y sufren la contaminación, y el nivel político. Los efectos ambientales deben ser considerados como parte del proceso de planificación industrial, pero lo importante es que sean introducidos en la toma de decisiones como una dimensión más, que tiene su propia razón de ser dentro del proceso de desarrollo, y no como un impuesto más, un costo monetario a ser considerado en la estructura de costos.

Las normas sólo constituyen un complemento para fiscalizar y controlar, pero por sí solas son insuficientes para incorporar el factor ambiental en el proceso de planificación. La implantación de normas ambientales en los países en desarrollo se está llevando a cabo por simple reproducción de normas ambientales imperantes en los países industrializados, es decir, normas adoptadas en función de las características naturales de esos países que son diferentes de las de la periferia. La contaminación no es simplemente emisión de contaminantes, sino producto de la emisión de esos contaminantes en su interacción con el medio. El deterioro de la naturaleza está determinado por esta mutua interacción y, por lo tanto, las normas deben ser establecidas en función de las características de cada medio ambiente.

Entre otros, son los aspectos anteriores los que dan a la industrialización ese carácter integrador que llega a definir la civilización contemporánea como civilización industrial. Indudablemente el mundo de hoy es mucho más integrado que el de cualquier otra época histórica de la humanidad, y es claro que el desarrollo industrial ha desempeñado un papel fundamental en este proceso de integración. Sin embargo, si la industria tiene un carácter internacional, en su desarrollo han de tomarse en cuenta las características de cada sistema natural y la interrelación entre éste y el sistema social. Dentro de esta dinámica debe ser estimulada y promovida la industrialización como factor de crecimiento y desarrollo orientado a la satisfacción de las grandes masas de población. Y en ese contexto debe examinarse su capacidad de creación de excedentes.

Es evidente que en el origen de la creación del excedente y del proceso de acumulación se encuentra la búsqueda en las diferentes culturas de una forma de seguridad frente a eventuales adversidades futuras, y más adelante como elemento básico en el proceso de crecimiento. Sin embargo, ese carácter social de la acumulación deja de percibirse como tal por el individuo de la civilización industrial. La acumulación tiene así un carácter hedonista de acopio de bienes materiales para la satisfacción de necesidades individuales, muchas veces superfluas. El esfuerzo de acumulación adquiere características diferentes desligadas de su primitivo papel social, pasando a ser un elemento perturbador que crea tensiones dentro del sistema social y entre éste y el sistema natural. En este contexto, la civilización industrial pareciera ver al medio ambiente cada vez más como una esfera susceptible de explotación, apropiación e instrumento de acumulación individual, y cada vez menos como la base sobre la cual se sustentan el grupo social y el proceso de desarrollo.




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